miércoles, 21 de diciembre de 2011


GeOgRafIa de La InFancia, El EsPejo 


Creo que me miré por primera vez realmente en el espejo. El espejo no era un espejo nada más Era para mí, de chica, un lugar además de un objeto (grande empotrado en una pared de un garaje abierto, donde me veía de cuerpo entero y veía el fondo hasta el gallinero…¿o ahora me parece ver todo eso?) …Cuando  decíamos “vamos al espejo?” era ir a jugar, a conversar, a tramar  algo con mi hermana o primas. O sola. Por primera vez frente al espejo proyecté mi cuerpo de mujer. Frutas robadas a la frutera de mi abuela. Ni siquiera hoy sé si he vuelto a mirarme a mi misma de esa manera. Sólo cuando uno es  chico tiene la impunidad y el desparpajo para mirarse  de esa forma. El espejo tenia además una mesa vieja y el lavarropas. Pegada había una pieza donde ya no dormía nadie y se amontonaban muebles viejos junto a dos camas. También ahí jugábamos.
 La geografía de los juegos de la infancia suele ser curiosa. Al menos mirada desde la distancia. Digo, esos lugares no comunes pero que se nos vuelven tan familiares, tan naturales cuando somos chicos. Uno de chico no juega donde se supone que debe…busca otros espacios y se los apropia. Los vuelve tan pegados a un juego en particular que ya después no hay manera de hacer eso (jugar a eso) si no es ahí. Precisamente por eso, porque tienen una magia de escenario no preparado (sino improvisado por nuestra imaginación de niños, momento este fundante la primera vez que abrimos el juego) porque no son los lugares asignados es que tienen otro gustito...( ¿Quien juega en el “cuarto de juegos” hoy tan posmoderno ? Por algo no ‘funcionan’ y los juguetes están desparramados por toda la casa).

Me acuerdo que cuando llovía me gustaba hacerme de algún lugar en la casa, a veces simplemente un rincón, y armarme una historia. Me daba una sensación de refugio, de hueco, de fortaleza…Que total alcanzaba con la cabeza.

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