sábado, 17 de noviembre de 2012


pRiMaS

I

Vitu parada  en la puerta de la cocina, entre las tiras de plástico  de la cortina, con el equipo azul a rayas , las zapatillas de puntera y la colita. ¿Vitu querés comer? le dice mi mamá. Mi hermana y yo nos miramos enfurecidas, rojas como un tomate de la bronca. Vitu entra y se sienta a comer. Esta vez perdimos la batalla. No la miramos en todo lo que dura la comida. Tampoco le hablamos, apenas si le contestamos. Después encima, sin reparar en su presencia, como si ni estuviera, nos paramos y nos vamos, dejándola ahí, con mi mamá y mi abuela.
II
Escena siguiente de cualquier otro día, al calor de la siesta de enero, afuera cantan las chicharras. Vitu parada ahora en la entrada de la pieza. Mi hermana y yo, que ya habíamos escuchado los pasos por la ventana que daba al patio donde está la higuera, nos hacemos las dormidas. Mi prima toma confianza y  traspasa el umbral. Un rato más y la tenemos en el borde de alguna de nuestras camas. La odiamos porque no se va. La odiamos y la admiramos. O al menos yo la admiro…por esa perseverancia para quedarse esperando a que le demos bolilla, a que le hablemos, a que le contestemos, ¿vamos a jugar?. Silencio. Dos pares de ojos cerrados con fuerza simulan dormir.


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